Seguridad Vial, una materia vital.
Hoy en día estoy convencido de que si hay una materia que vale por sí sola una asignatura, esa es la Seguridad Vial. Sí, porque se enseña a los niños a resolver problemas que nunca en la vida encontrarán o a memorizar sucesos que quizá nunca representen nada para ellos. Se les hace repetir una y otra vez unos contenidos con el afán de que pudieran labrarse un porvenir...
Y luego, a los 15 años les llegaba la hora de morir en el asfalto.
En algunas aulas de formación para la conducción, los menos aprenden a toda prisa valores necesarios para la convivencia y de paso factores de riesgo propios de la conducción. Pero aquello es un parche; un parche, sin embargo, necesario, porque en la formación reglada interesa más hallar una raíz cuadrada o reconocer los rasgos esenciales de los amonites del Mesozoico, que aprender claves para no morir de forma absurda.
Se dice que la materia no da para todo un curso, como ignorando una cuestión básica en Pedagogía, que era -y es- la adquisición de hábitos. Se pretende que la Seguridad Vial quede relegada a sesiones especiales, programadas de vez en cuando en la escuelas como un día en el que aprender lo que a algunos les lleva toda una vida aprender... o apenas un último segundo: que en la carretera la Seguridad Vial es una materia vital.
No puedo evitar pensar en todas las vidas que se habrían salvado -y pueden salvarse- si la formación vial hubiera entrado ya en las aulas y lo hubiera hecho por la puerta grande, como grande es la preocupación que hoy en día merece la materia en nuestra sociedad.
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